martes, 11 de julio de 2006

El camino y sus ramas

Sólo el trabajo sostenido en una dirección llega algún día a dar frutos.
Andar revoloteando como picaflor puede ser entretenido, pero nunca nos permitirá llegar al fondo del camino, a reconocer la trama de nuestra senda de desarrollo espiritual.

Cuando uno tiene un camino genuino y lo sigue con corazón, prontamente se da cuenta de que en él hay mucho más de lo que puede llegar a aprehender a lo largo de toda su vida. En ese sentido, un camino interior puede llegar a ser angustiante.
Cuando uno sigue un camino falso y lo hace sin pasión siquiera, se ve constantemente obligado a echar mano a una y otra cosa, a desviarse, ir a otras artes o disciplinas a pedir prestados algunos parches para tapar los hoyos que su pobre sendero tiene. En ese sentido, un camino interior puede llegar a ser angustiante.

Un camino real no tiene etapas, grados, metas, títulos ni fin.
Un camino artificial está lleno de estructuras, diplomas, etapas, certificados y una meta a lograr.

Un camino genuino vale la pena ser transitado.
Un camino falso no merece ni siquiera ser considerado.