sábado, 15 de julio de 2006

El camino de las artes marciales

Porque he cometido todos los errores, porque he perdido la senda muchas veces, puedo decir esto: si se quiere practicar artes marciales seriamente, hay tres requisitos que son ineludibles.

1) Hay que tener un maestro.
2) Ese maestro debe tener un linaje marcial.
3) Hay que entrenar todos los días.


Hay que tener un maestro porque de lo contrario uno puede correr el riesgo de llegar a creer que es bueno, que ya llegó, que ya sabe. Esa es la muerte en el camino del conocimiento. Es necesario una vara alta, un nivel de exigencia mayor, un parámetro siempre más elevado que el de uno mismo.

Ese maestro debe tener un linaje marcial. Si deseas profundizar en la tradición, formar parte del campo energético que las generaciones han acumulado con los siglos, tu maestro debe tener un linaje claro, comprobable, transparente. Maestros misteriosos que vinieron y se fueron del país, templos ocultos en los que se ha estado, escuelas secretas y cosas raras deben hacerte desconfiar de tu profesor. Si se sabe, es porque se aprendió con alguien serio. Y si se aprendió con alguien serio, uno lleva eso con orgullo y responsabilidad, no oculto entre brumas y cosas raras.

Hay que entrenar todos los días. No es posible avanzar seriamente tomando las artes marciales como hobby. Si quieres adelgazar, bien. Sin quieres distraerte, bien. Si quieres aprender a defenderte, con tres veces por semana es suficiente. Pero si quieres hacer del arte un eje en tu vida, debes entrenar todos los días. Si no sabes lo que es comenzar un entrenamiento con los músculos adoloridos del trabajo del día anterior o de las horas previas, no sabes lo que es practicar artes marciales todavía.

Si pudiera agregar una cosa más, sería viajar a la fuente del arte que uno estudia. Para un discípulo de las artes guerreras, inclinarse ante el mismo altar de sus ancestros significa cerrar un círculo, sellar un compromiso, adquirir un nuevo sentido en su arte. Claramente, todo esto se puede lograr sin moverse del país. Pero si uno puede hacerlo, es un momento imborrable.